En todo lo que pudiste ganar y perdiste, pensando que ganabas.
Cuando todo ha terminado y ya no queda nada. Cuando te sientes vacía. Cuando más les necesitas...
Es entonces cuando empiezas a llorar como una niña pequeño. Como la niña pequeña que eras cuando comenzó todo, y como la niña pequeña que todavía, en el fondo, eres. Por fin te desahogas como deberías haber hecho ya hace tiempo.
Perdonas a los demás, te perdonas a ti misma y pides perdón. Y es la mejor sensación que has tenido en tanto tiempo...
Pero solo dura unos instantes.
Al cabo de un rato, a pesar de haberte disculpado y haber perdonado, todo sigue igual. Vacío. Desecho. Hueco. Y así es como te sientes tú.
Y te das cuenta de que las cosas en realidad no son tan fáciles, de que costará mucho esfuerzo, tiempo y soledad recuperar tan solo una pequeña parte de aquello que perdiste. Pero sabes que merece la pena, y que no podrás parar hasta haberlo conseguido.
Que todavía queda mucho pero que, a cada minuto que pasa, queda menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario