4 de mayo de 2013

Perdonar, perdonarse y pedir perdón.

Llega un momento en tu vida en el que te paras a pensar en todo lo que pudo pasar y no pasó.
En todo lo que pudiste ganar y perdiste, pensando que ganabas. 
Cuando todo ha terminado y ya no queda nada. Cuando te sientes vacía. Cuando más les necesitas...
Es entonces cuando empiezas a llorar como una niña pequeño. Como la niña pequeña que eras cuando comenzó todo, y como la niña pequeña que todavía, en el fondo, eres. Por fin te desahogas como deberías haber hecho ya hace tiempo. 
Perdonas a los demás, te perdonas a ti misma y pides perdón. Y es la mejor sensación que has tenido en tanto tiempo... 
Pero solo dura unos instantes.
Al cabo de un rato, a pesar de haberte disculpado y haber perdonado, todo sigue igual. Vacío. Desecho. Hueco. Y así es como te sientes tú. 
Y te das cuenta de que las cosas en realidad no son tan fáciles, de que costará mucho esfuerzo, tiempo y soledad recuperar tan solo una pequeña parte de aquello que perdiste. Pero sabes que merece la pena, y que no podrás parar hasta haberlo conseguido. 
Que todavía queda mucho pero que, a cada minuto que pasa, queda menos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario