Te despiertas por la mañana como cualquier día normal y como
cada día desde hace unos meses, empiezas a pensar en tu futuro desde el primer
instante en el que tus pies rozan el frío suelo de tu habitación.
Siempre has tenido miedo de crecer. Quizás por eso siempre
fuiste tan infantil… Pero ahora no tienes elección, porque la vida te da cosas
maravillosas, pero a cambio te pide que hagas otras para las que a lo mejor no
te ves capaz.
Piensas en la nueva etapa que se avecina, en todos los
sucesos ocurridos durante los últimos años, sobre todo en las muertes
acontecidas. Esas que han hecho que tu vida, y la de muchos otros, den un giro
tan radical… Sabes que has crecido. Pero no crees que haya sido suficiente.
Reflexionas sobre todo eso mientras te vistes, te peinas, desayunas…
y, en un momento dado, te das cuenta de que hay algo diferente; es como si ya
no existiera tanta presión, te sientes más relajada y ligeramente más feliz.
Y descubres, con
alegría, que ya estás preparada.
Te parece increíble que, de la noche a la mañana,
literalmente, hayas madurado tanto. Entonces un mal presentimiento acecha tu
mente… ¿A caso simplemente te estás engañando a ti misma para ocultar tu miedo?